Cuando la llama del amor se
enciende en la vida abre nuevos ojos para mirar de una manera diferente el
mundo. El amor se expresa a través de la belleza, la interior que habita en
nosotros y aquella representada en cada una de las cosas que Dios ha creado
para el bien de todos, sus hijos amados.
Abrirse el amor es
convertirse en un canal, un medio para permitir su flujo constante. Cuando no
obstaculizamos la entrada del amor a nuestro cuerpo, pueden ocurrir los
milagros, manifestados en sanaciones físicas, emocionales y espirituales. El amor es la manifestación de la belleza del alma.
Nuestra sociedad occidental
rinde culto a la belleza física; pasajera y efímera. El amar nuestro cuerpo, es
asombrarse de su perfección y maravilloso funcionamiento. La belleza de
nuestros ojos con los cuales disfrutamos los miles de colores y formas de la
naturaleza, los oídos para deleitarnos con las melodías de Vivaldi o Beethoven,
o las canciones de Diego Torres. Nuestras manos para abrazar, escribir,
agarrar, jugar. Y así cada una de las partes de este vehículo perfecto que
gratuitamente recibimos. ¡Qué bello es nuestro cuerpo!.
Cuando el amor es el
principio que orienta la vida, obligatoriamente se convierte en un proceso de
crecimiento continuo. Empezamos por cambiar desde el interior y poco a poco el
mundo exterior también comienza a cambiar. Abrimos el corazón para ver la belleza que
siempre estaba allí y que antes ignorábamos.
Uno de los mayores defectos
que tenemos muchos seres humanos es la crítica; si estamos enfocados en
detectar los defectos o las situaciones negativas, es poco probable que
valoremos todo lo bueno y la bondad que existe en el exterior. Generamos un
sesgo negativo, es decir nos orientamos a lo malo y de esa manera apagamos el
amor, y la vida se llena de una insatisfacción crónica.
En el camino del amor
verdadero, vamos dejando de lado todo lo que no nos sirve para crecer, lo
hacemos poco a poco, con paciencia y sin desanimarnos. Comenzamos comprender
que la vida es un viaje, sabemos donde inició pero no sabemos cuándo terminará.
Mientras recorremos este camino podemos disfrutar de la belleza del paisaje y
de las personas compañeras de trayecto. Como todo buen viaje, imprevistos
surgen continuamente, a veces nos perdemos de la ruta, encontramos obstáculos, pero
al final terminamos felices de todo lo que vivimos, aprendimos y superamos.
Liliana
No hay comentarios:
Publicar un comentario