DOMINGO
Un domingo sin tí, de tí
perdido,
es como un túnel de
paredes grises
donde voy alumbrando por
tu nombre;
es una noche clara sin
saberlo
o un lunes disfrazado de
domingo;
es como un día azul sin
tu permiso.
Llueve en este poema; tú
lo sientes
con tu alma vecina del
cristal;
llueve tu ausencia como
un agua triste
y azul sobre mi frente
desterrada.
He comprendido cómo una
palabra
pequeña, igual a un
alfiler de luna
o un leve corazón de
mariposa,
alzar puede murallas
infinitas,
matar una mañana de
repente,
evaporar azules y
jardines,
tronchar un día como si
fuera un lirio,
volver granos de sal a
los luceros.
He comprendido cómo una
palabra
de la materia azul de las
espadas
y con aguda vocación de
espina,
puede estar en la luz
como una herida
que nos duele en el
centro de la vida.
Llueve en este poema, y
el domingo
gira como un lejano
carrusel;
tan cerca estás de mí que
no te veo,
hecha de mis palabras y
mi sueño.
Yo pienso en ti detrás de
la distancia,
con tu voz que me inventa
los domingos
y la sonrisa como un vago
pétalo
cayendo de tu rostro
sobre mi alma.
Con su hoja volando hacia
la noche,
rallado de llovizna y
desencanto,
este domingo sin tu visto
bueno
llega como una carta
equivocada.
La tarde, niña, tiene esa
tristeza
del aire donde hubo antes
una rosa;
yo estoy aquí, rodeado de
tu ausencia,
hecho de amor y sólo como
un hombre.
Eduardo Carranza.
(de sombra de las
muchachas)