Una de las mayores pruebas
de amor, es dejar partir a un ser amado. En la vida nos enfrentamos, a muchas
situaciones en las cuales tenemos que soltar a alguien que amamos. A veces, es
la muerte la que toca a nuestra puerta, para anunciar que una vida ha llegado a
su fin en este plano, y es hora de dejar que su espíritu siga su camino.
Si tenemos una creencia
religiosa, en la cual aceptamos que existe un después, una vida eterna, una
vida sin fin, tenemos consuelo ante la partida, con la esperanza de un
reencuentro posterior. Pero aún así, enfrentar la ausencia es un tramo de la
vida en la que sentimos un vacio profundo, en donde la tristeza nos acompaña,
entre los recuerdos, la nostalgia de los momentos que compartimos, y el anhelo
de que esa persona todavía estuviera aquí...acompañándonos.
Cuando nos negamos a aceptar
la muerte de alguien que amamos, y pensamos que no podemos vivir sin esa
persona, nos volvemos muertos vivientes, apagamos la pasión por existir y tan
sólo subsistimos. No hay mayor amor que dejar que su espíritu parta a un reino
de paz y amor. Ese amor real y profundo que algún día existió, es tan fuerte
que traspasa las fronteras de la muerte. Un verdadero amor nunca muere, está
allí en nuestro interior, presente, vivo, y es una fuerza que nos apoya para continuar
la vida plenamente y volver ser felices.
En la vida son muchas las despedidas que tenemos que afrontar, con lágrimas que brotan en un adiós que parece imposible de superar. Despedimos a muchos, pero pocos lazos son tan fuertes
en esta vida, como el que une a una madre y un hijo; es un dolor que se siente profundo en las entrañas. Sentimos como si una parte nuestra partiera con ellos.
Comprendemos que ese cordón de amor no se corta jamás, pero aceptamos que la
vida no nos pertenece, y que es Dios quien decide el inicio y el fin, de cada uno.
A veces es más fácil aceptar
que alguien no está porque ha muerto, que aceptar que alguien ya no desea
permanecer a nuestro lado, porque ya no nos ama, o simplemente desea iniciar otro camino de vida. A pesar de todo el amor que
pueda existir en nuestro corazón, la mayor prueba de ese amor es decirle adiós
con amor y gratitud, y dejarlo o dejarla partir.
El amor es un acto voluntario y libre,
nada, ni nadie lo puede obligar. Si la felicidad de otro está lejos de tí, tu
felicidad también estará lejos de él. Al partir esa persona, nada realmente
valioso se lleva, porque todo lo realmente importante, todo el amor que
necesitamos está dentro del corazón, y hay una fuente infinita, inagotable y permanente que es Dios. Hay que llenarse de valor y fortaleza para superar un fracaso sentimental, pero a la vez nos maravillamos que la vida siempre nos brinda nuevos y mejores comienzos, si aceptamos que es posible.
Al final, vivir con la verdad de la muerte y el adiós, nos regala la pasión para disfrutar más plenamente el tiempo que Dios nos regala con las personas que amamos. Cada día es único e irrepetible, todo pasa y todo cambia, y tarde o temprano de alguna manera tenemos que soltar y decir...Hasta pronto.
Dios Padre, gracias por nuestra vida y la vida de las personas que amamos, gracias por cada momento de felicidad que nos brindas mediante su amor. Enséñanos padre a amar profunda y libremente. Gracias.
Liliana
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