lunes, 11 de marzo de 2013

Lección 28. Amar es vibrar alto


Somos energía, somos vibración. La naturaleza es el mejor ejemplo de una vida en alta frecuencia, de una vibración constante y armoniosa, que funciona en equilibrio perfecto. Cuando nos permitimos admirar la belleza que nos rodea podemos aprender a vivir vibrando alto.
 
Si admiramos el vuelo de un ave podemos aprender de ellas a: superar los obstáculos, elevarnos sobre lo terreno, buscar metas del cielo, volar sin miedo y en libertad. Algunas vuelan solas, como el águila, otras acompañadas, como las gaviotas, cada una siguiendo su propia naturaleza, su instinto, su verdadero ser. Siguen las corrientes del aire, las fuerzas electromagnéticas, vuelan, vuelan y vuelan hasta morir.

Los pájaros con su alegre canto, nos despiertan en la madrugada avisando un nuevo comienzo. Ninguno cómpite con otro, solo trinan, y trinan a su propio ritmo y son, sin mayor ambición salvo ser ellos mismos. Hermosos cantos, cada uno especial y único, cantan y alegran la vida de quienes se atreven a tomar un alto en el camino para escucharlos, lo hacen gratis, sin recibir nada a cambio. 

Inmensa alegría sentimos al llegar a casa y desde la puerta oir a nuestro perro saltar y ladrar entusiasmado por nuestro retorno. Nos aman a su modo; fiel, honesto, cariñoso y desinteresado. Con sus saltos hacen saltar nuestro corazón, con sus ojos nos comunicamos, sobran las palabras. Sienten nuestro estado de ánimo, y están allí a nuestro lado cuando lo necesitamos. 

Los arboles que soportan los cambios del tiempo, a veces los duros inviernos o los veranos intensos y prolongados, aún así, la mayoría logra superar estas etapas. Se adaptan al ritmo de su entorno, utilizan de la mejor manera los nutrientes de la tierra, para generar nuestro alimento, desde el oxígeno purificado, hasta los frutos más deliciosos, son generosos, dan siempre.

El agua de los ríos que fluye libre, se adapta a todo, siempre en movimiento. Ella es fuente de vida, y a su paso alimenta a todo aquel que lo necesite, y lo hace libremente, no espera reconocimiento, es esencial y vital, pero existe para todos por igual, no le pertenece a nadie, es humilde y al tiempo asombrosamente poderosa, somos parte de ella y ella es parte nuestra.

Cuanto podríamos amar, si aprendiéramos a vibrar tan alto como los demás seres de este planeta. Aprendiendo lo que cada uno enseña, apreciando el aporte que hacen a nuestra vida, cuidándolos y protegiéndolos.  Vibrar alto es vivir en alegría, amor, y paz, en una frecuencia que nos permite conectarnos con la belleza que habita en el interior de cada uno y de toda la creación.

Gracias Padre por esta hermosa creación, por permitirnos vibrar alto…Gracias.

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