Somos energía, somos vibración. La naturaleza es el mejor ejemplo de una vida en alta frecuencia, de una vibración constante y armoniosa, que funciona en equilibrio perfecto. Cuando nos permitimos admirar la belleza que nos rodea podemos aprender a vivir vibrando alto.
Si admiramos el vuelo de un
ave podemos aprender de ellas a: superar los obstáculos, elevarnos sobre lo
terreno, buscar metas del cielo, volar sin miedo y en libertad. Algunas vuelan
solas, como el águila, otras acompañadas, como las gaviotas, cada una siguiendo
su propia naturaleza, su instinto, su verdadero ser. Siguen las corrientes del
aire, las fuerzas electromagnéticas, vuelan, vuelan y vuelan hasta morir.
Los pájaros con su alegre
canto, nos despiertan en la madrugada avisando un nuevo comienzo. Ninguno
cómpite con otro, solo trinan, y trinan a su propio ritmo y son, sin mayor
ambición salvo ser ellos mismos. Hermosos cantos, cada uno especial y único,
cantan y alegran la vida de quienes se atreven a tomar un alto en el camino para
escucharlos, lo hacen gratis, sin recibir nada a cambio.
Inmensa alegría sentimos al
llegar a casa y desde la puerta oir a nuestro perro saltar y ladrar
entusiasmado por nuestro retorno. Nos aman a su modo; fiel, honesto, cariñoso y
desinteresado. Con sus saltos hacen saltar nuestro corazón, con sus ojos nos
comunicamos, sobran las palabras. Sienten nuestro estado de ánimo, y están allí
a nuestro lado cuando lo necesitamos.
Los arboles que soportan los
cambios del tiempo, a veces los duros inviernos o los veranos intensos y
prolongados, aún así, la mayoría logra superar estas etapas. Se adaptan al
ritmo de su entorno, utilizan de la mejor manera los nutrientes de la tierra,
para generar nuestro alimento, desde el oxígeno purificado, hasta los frutos
más deliciosos, son generosos, dan siempre.
El agua de los ríos que
fluye libre, se adapta a todo, siempre en movimiento. Ella es fuente de vida, y
a su paso alimenta a todo aquel que lo necesite, y lo hace libremente, no espera
reconocimiento, es esencial y vital, pero existe para todos por igual, no le
pertenece a nadie, es humilde y al tiempo asombrosamente poderosa, somos parte de ella y ella es parte nuestra.
Cuanto podríamos amar, si
aprendiéramos a vibrar tan alto como los demás seres de este planeta.
Aprendiendo lo que cada uno enseña, apreciando el aporte que hacen a nuestra
vida, cuidándolos y protegiéndolos.
Vibrar alto es vivir en alegría, amor, y paz, en una frecuencia que nos
permite conectarnos con la belleza que habita en el interior de cada uno y de
toda la creación.
Gracias Padre por esta
hermosa creación, por permitirnos vibrar alto…Gracias.
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