En
la antigua Italia, los escultores poco escrupulosos ocultaban los defectos de
sus obras llenándolos con cera, presentando unas esculturas que no eran lo que
parecían ser.
La
cera al poco tiempo se derretía o desprendía, revelando el defecto tanto de la
obra como del artista.
Los
artesanos auténticos empezaron a identificar su obras grabando en todas ellas
unas palabras en latín: sine cera, Sine es sin, y cera es cera.
Una
escultura sine cera es una escultura sin cera.
El
sello de autenticidad tranquilizaba a los clientes con respecto a su
adquisición.
Fuente El poder de las
palabras de Kevin Hall
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