Una princesa árabe se
había empeñado en casarse con uno de sus esclavos. Todos los esfuerzos del rey
por disuadirla de su propósito resultaban inútiles, y ninguno de sus consejeros
era capaz de darle una solución.
Al fin, se presentó en la
corte un sabio y anciano médico que, al enterarse del apuro del rey, le dijo:
— Su Majestad está mal
aconsejada, porque, si prohíbe casarse a la princesa, lo que ocurrirá es que
ella se enojará con Su Majestad y se sentirá aún más atraída por el esclavo.
—¡Entonces dime lo que
debo hacer!— gritó el rey.
Y el médico sugirió un
plan de acción.
El rey se sentía un tanto
escéptico acerca del plan, pero decidió intentarlo. Mandó que llevaran a la joven
a su presencia y le dijo: —Voy a someter a una
prueba a tu amor por ese hombre: vas a ser encerrada con él durante 30 días y
30 noches en una celda. Si al final sigues queriendo casarte con él, tendrás mi
consentimiento.
La princesa, loca de
alegría le dio un abrazo a su padre y aceptó encantada someterse a la prueba.Todo marchó perfectamente
durante unos días, pero no tardó en presentarse el aburrimiento. Antes de que pasara
una semana, ya estaba la princesa suspirando por otro tipo de compañía y la exasperaba
todo cuanto dijera o hiciera su amante. Al cabo de dos semanas estaba tan harta
de aquel hombre que se puso achillar y a aporrear la puerta de la celda.
Cuando, al fin, consiguió salir, se echó en brazos de su padre, agradecida de
que la hubiera librado de aquel hombre al que había llegado a aborrecer.
Anthony de Mello