viernes, 8 de febrero de 2013

Lección 15. Amar es alegría


La alegría es el fruto del amor, que alimenta el alma de quien la da y quien la recibe. Todo lo que damos se nos devuelve de alguna manera, si damos amor recibiremos amor, mientras más damos, más recibimos, es una fuente inagotable que crece a medida que entregamos a otros… es algo milagroso.    

La alegría es natural del ser humano, nacemos con ella, es maravilloso ver la alegría en un niño pequeño que se sorprende permanentemente. A un niño todo le parece mágico, un descubrimiento hermoso. Los vemos saltar de alegría cuando van al parque y ven un pato en el agua, o un ave volar. Los oímos reír a carcajadas por cualquier gesto o mueca del padre. Ellos siempre nos miran a los ojos, son capaces de conectarse con nuestro verdadero ser.

La capacidad de recuperarse es sorprendente en los niños, lloran ante algo que les duele, hacen una rabieta o pataleta; expresan abiertamente sus sentimientos negativos y al poco tiempo están nuevamente felices, sonriendo. Tienen esa capacidad extraordinaria de olvidar y recomenzar, caen y vuelven a levantarse una y otra vez, hasta cuando logran caminar y correr, y mientras lo hacen sonríen por su victoria. 

Los niños nos reconectan con el amor, no hay persona que no ría ante las travesuras de un chiquillo, una pregunta que nos deja atónitos, o un cuento que ha inventado. No hay nadie que nos haga nacer sentimientos de compasión y ternura como un niño, nos estremecernos ante su llanto por el dolor y rechazamos los hechos que los maltratan, quisiéramos que ningún niño sufriera.

Los niños son nuestros mejores maestros, volver a ser como niños es la clave para encontrar la verdadera felicidad y acrecentar la alegría por la vida. Es prioritario volver a dedicar tiempo para jugar, para compartir y divertirnos, quitar tanta seriedad de la vida y  hacerla menos dramática. 

Hagamos como los niños, permitámonos sentir más amor. Un niño pequeño no tiene discriminación de ningún tipo, el se acerca amorosamente a cualquier persona, sin distinción de raza, credo, ideología, posesiones o demás atributos que los adultos valoramos más. Un niño pequeño es un espejo donde toda sonrisa que regales será reflejada en su rostro. Si pudiéramos poder ver a cada ser humano como un niño, estaríamos más abiertos a entregar nuestro amor y hacerlos felices. 

Oro a Dios para que podamos recuperar ese niño que alguna vez fuimos, para gozar la vida y regalarle más alegría al mundo.


Liliana

No hay comentarios:

Publicar un comentario