Ser amante es más que sólo estar casados o hacerle al amor a alguien. Millones de
personas están casadas, millones de personas tienen sexo, pero pocas son
verdaderos amantes. Para ser un verdadero amante, uno tiene que comprometerse y
participar en una danza perpetua de intimidad con su pareja.
Uno es amante cuando aprecia el regalo que su pareja es, y todos los
días exalta ese regalo.
Uno es amante cuando recuerda que su pareja no le pertenece, que es sólo
un préstamo del universo.
Uno es amante cuando comprende que ningún suceso entre los dos es
insignificante, que todo cuanto se dice en la relación tiene el potencial de
causar en el ser amado felicidad o aflicción, y todo lo que hace fortalece o debilita
su lazo de unión.
Uno es amante cuando comprende todo esto, y así despierta cada mañana
pleno de gratitud de que existe otro día en cual amar y disfrutar a su pareja.
Cuando uno tiene un amante en su vida es afortunado. Ha recibido el
regalo de tener a otra persona que ha elegido caminar a su lado. Él o ella
compartirá sus días y sus noches, su cama y sus preocupaciones.
Su amante verá partes secretas de usted que nadie más puede ver. Él o
ella tocará lugares de su cuerpo que nadie más toca.
Su amante le encontrará en dónde usted ha estado oculto, y le creará un
refugio dentro de unos brazos amorosos y confiables.
Su amante le ofrece un mar de prodigios todos los días. Él tiene el poder
de deleitarla con su sonrisa, su voz, la fragancia de su cuello, la manera como
se mueve.
Ella tiene el poder de disipar su soledad. Ella tiene el poder de
transformar lo ordinario en sublime. Ella es su entrada al cielo aquí en la
tierra.
Barbara De Angelis, doctora en filosofía.
Fuente de imagen: Pixabay
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