Si las
mujeres entendieran… que los hombres también tienen miedos, pero sin tanto
permiso para mostrarlos.
Que
hay emoción en el ruido de un motor o en el grito de un gol.
Que
valoran mucho más el exceso de sonrisas que tres kilos menos.
Lo
abrumador de ser el sostén económico de una familia.
Lo que
es tener que ser valiente, poderoso y exitoso a toda hora.
Lo
molestas que son las comparaciones con “el marido/novio de”.
La
necesidad que tienen de un abrazo que no siempre saben pedir.
Lo
difícil que es comprender lo que nunca les han enseñado.
Las
lágrimas que no se animan a llorar.
El
poder que tenemos sobre ellos.
Que
ellos también pasan noches sin dormir.
Que
necesitan silencio como nosotras charla.
Que no
andan por la vida pensando en cómo lastimarnos.
Que
son más débiles de lo que su altura y músculos dirían.
Que
sacar lo mejor o peor de ellos está en nuestras manos.
Que piensan
y razonan diferente.
Que
sienten muy parecido.
Que
demuestran sentimientos como pueden o como aprendieron.
Si las
mujeres entendiésemos todo esto, si lográsemos mirar más allá de algunos
olvidos, si nos diéramos cuenta de que no hay todos o ninguno.
Si pudiésemos
sentir que para ellos la mejor demostración de amor es habernos elegido, si las
mujeres bajáramos un poquito la guardia, los reproches y tantos reclamos.
Si
pudiéramos incrementar las sonrisas, los brindis y la picardía y si los
dejáramos hacer sin tanto mandato ni expectativa, comprenderíamos que somos lo
que le da sentido a sus vidas. Como mujeres, novias, madres, hijas, hermanas o
amigas.
Al
final del día, donde se acaban las bromas, donde no hay público ni formas,
donde solo queda un hombre y sus latidos, ahí estamos nosotras... con el que
cada una eligió.
Jess
Browne
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